Un fin de semana, una escuela organizó un evento en el parque de trampolín. Entre los participantes había una niña llamada Sophia, que era pequeña y tímida, siempre dudaba en probar cosas nuevas. Mientras sus compañeros de clase se apresuraban a varias atracciones de trampolines, riendo y jugando como caballos salvajes, Sophia solo podía mirar desde la esquina. En ese momento, el entrenador Michael la notó y la alentó suavemente a entrar en el trampolín. Tan pronto como los pies de Sophia tocaron la superficie, se sintió como si estuviera caminando sobre nubes, haciendo que su cuerpo balancee sin control, para entrenar la diversión de Michael. Pacientemente le enseñó cómo equilibrar y dar pequeños saltos. Poco a poco, Sophia comenzó a relajarse, rebotando al ritmo e incluso tuvo una caída divertida, aterrizando en su trasero, lo que también la hizo reír. De repente, el sistema de anuncios del parque llena de emoción por un próximo mini trampolín Competencia de rendimiento, alentando a todos a participar. Inspirada, Sophia decidió inscribirse bajo la alentadora mirada del entrenador Michael. Durante la actuación, se sintió nerviosa, con palmas sudorosas, pero gracias a su práctica, completó con éxito los movimientos simples. Los aplausos de la audiencia iluminan sus ojos con alegría. A partir de ese día, Sophia se volvió más valiente y más segura. Cada vez que pasaba por el parque de trampolín, felizmente entraría, lista para disfrutar de sus momentos alegres, ocasionalmente mostrando sus nuevas habilidades de trampolín a sus amigos.